By: John G. Weldon; ©2011 |
Las buenas noticias es que es fácil evitar el infierno para siempre y recibir la bendición eterna, el gozo, la aventura, y el éxtasis conocido como el cielo, simplemente volviéndonos de nuestros pecados y creyendo en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. |
Si se juega un juego, puede ser posible perderlo. Si la felicidad de una criatura se basa en la auto rendición, nadie más puede rendirse sino la persona misma (a pesar de que muchas otras puedan ayudarla a lograrlo) y esta puede rehusarse hacerlo. Yo pagaría cualquier precio para poder decir con certeza, “Todas las personas se salvarán.” Pero mi razonamiento replica, “¿Con o sin su voluntad?” Si digo, “Sin su voluntad” de inmediato percibo una contradicción, ¿cómo puede el acto supremo voluntario de la auto-rendición ser involuntario? Y si digo, “Con su consentimiento,” mi razonamiento implica “¿Cómo, si no se van a rendir?”[1]
Las encuestas consistentemente revelan que la gran mayoría de las personas creen que son lo suficientemente buenas moralmente y no se van a ir al infierno.[2] En otras palabras, entre aquellas personas que creen en el cielo, las cuales incluyen una gran parte de estadounidenses, casi todos esperan o creen que Dios les va a permitir entrar en el cielo cuando mueran. ¿Por qué? Porque creen que básicamente son personas buenas, porque realmente nunca han cometido una maldad “real” como por ejemplo asesinato o violación, y porque se han esforzado muy duro en vivir una vida buena.
Sea cual fuere el punto de vista que uno tenga de la vida después de la vida alrededor de todo el mundo, sospecho que la mayoría de las personas creen que van a terminar en un lugar positivo en vez de uno negativo; eso es simplemente la naturaleza humana. Al mismo tiempo, todos tenemos un temor natural sobre la muerte (Hebreos 2:15) porque todos sabemos que no podemos cumplir las normas de Dios, lo cual da como resultado un temor del juicio venidero de Dios (Romanos 1:32; Juan 16:8-9)
Pero les tengo buenas noticias y malas noticias.
Las buenas noticias es que es fácil evitar el infierno para siempre y recibir la bendición eterna, el gozo, la aventura, y el éxtasis conocido como el cielo, simplemente volviéndonos de nuestros pecados y creyendo en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.[3] Como lo enfatiza el libro a los Gálatas una y otra vez (vea los capítulos 1-3), la verdad es que no hay nada que personalmente podamos hacer que jamás pueda ganar el cielo por nosotros.
Hoy en día existen un sinnúmero de prácticas y creencias que la gente espera les llevará al cielo—buenas obras, méritos personales, asistiendo a misa y recibiendo los sacramentos, el bautismo en agua, la penitencia, la confesión ante un sacerdote, la membresía en una iglesia cristiana evangélica, sufrir por el pecado en un supuesto purgatorio, confesar personalmente los pecados, las formas orientales de meditación e “iluminación,” repitiendo los nombres de varias deidades o mantras (supuestamente son palabras sagradas), leyendo la Biblia, enseñando en la escuela dominical, teniendo grandes dones espirituales y hacer milagros genuinos (Mateo 7:21-23), teniendo fe en un concepto general de Dios, dándole a los pobres (Cf., 1 Corintios 13:1-3), ser un pastor, sacerdote o rabino, etc. Hay miles de otras cosas, pero ninguna de ellas podrá por sí misma llevarnos al cielo.
La razón es muy sencilla: ninguna de estas cosas cumple con el único requisito de Dios para entrar en el cielo—porque ninguna de ellas satisface la justicia y santidad infinitas de Dios. Aún lo mejor de nuestras buenas obras, mérito personal, y sinceridad, jamás podrá cumplir con las normas infinitas de perfección de Dios (Lucas 18:14; Jeremías 17:9). Cuando Dios juzga, Él mira a todos nuestros pensamientos, palabras, obras, motivos, y aún los motivos detrás de nuestros pensamientos—Su juicio es infinitamente minucioso y en nuestro presente estado imperfecto, ninguno de nosotros podríamos sobrevivir.
El problema que enfrentamos es que solamente las personas perfectas pueden entrar en el cielo—y sin embargo, todos nosotros nos encontramos faltos de la perfección absoluta. Esta es la mera razón por la que Cristo murió por nuestros pecados. Su muerte vicaria en la cruz (lo que significa que Él se hizo nuestro sustituto) es la que pagó la pena infinitamente divina que debían todos nuestros pecados (Colosenses 2:13), y simultáneamente Él nos dio el regalo gratuito de Su justicia perfecta. En otras palabras, nada menos que tener nuestros pecados (pasados, presentes y futuros) eternamente perdonados y nada menos que el tener la justicia perfecta de Cristo es lo que acredita eternamente nuestra cuenta y es lo que nos permite entrar en el cielo. Como nos enseñan las Escrituras, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Y, Jesús “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25, énfasis añadido)
Aunque sea difícil para algunas personas aceptarlo, es simplemente la fe en Jesucristo la que solamente nos otorga la entrada a un cielo eterno, como Él mismo prometió (énfasis añadido);
Y como el apóstol Juan enfatizó en su primera epístola, “Estas cosas se las he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tengan vida eterna” (1 Juan 5:13).
La vida eterna claramente se menciona como una posesión en el tiempo presente.
Dejando los aspectos filosóficos para otra discusión, para mí es evidente que una vez que la vida eterna real se posee, es por definición eterna desde ese momento en adelante y nunca podrá perderse.[4] Cada una de las Escrituras anteriores nos enseñan que la vida eterna se posee en el momento de la fe salvadora—la vida eterna empieza en esta vida. En otras palabras, la vida eterna no es algo que heredamos después de la muerte sino algo que poseemos en esta vida en el momento de aceptar la fe salvadora. Lamentablemente, hay muchas personas que creen tener la fe salvadora cuando en realidad no la tienen.
Lo que quiero decir es que la fe genuina se puede colocar en el objeto equivocado y así de nada sirve—entonces toda la fe genuina y de corazón en el mundo que se coloca en un dios falso no es suficiente. De igual manera, una fe falsa puesta en el verdadero Dios tampoco es suficiente. La verdadera salvación que es la que nos permite la entrada en el cielo eterno debe de tener una fe genuina puesta en el objeto apropiado, el Jesucristo bíblico. Es desafortunadamente posible tener fe en un falso Cristo y esa persona nunca ser salva:
Para reiterar, es claramente posible tener la clase equivocada de fe en el verdadero Jesucristo bíblico; esto tampoco llevará al cielo a ninguna persona. Muchas personas solamente tienen una fe intelectual o emocional en Jesús, pero no una fe de voluntad propia y que verdaderamente confían en Él para un perdón personal de los pecados. Por eso es que la Biblia les dice aun a las audiencias cristianas que se aseguren que su fe es genuina: “Examínense a ustedes mismos si están en la fe; pruébense a ustedes mismos. ¿O es que no conocen ustedes mismos, que Jesucristo está en ustedes, a menos que hayan fracasado en la prueba de su fe genuina?” (2 Corintios 13:5)
A pesar de todo, las increíbles buenas noticias es que es posible para cualquier persona entrar en el cielo por medio de la fe genuina en el Jesucristo bíblico aceptándolo como su Señor y Salvador. Así de simple.
Las malas noticias son que el infierno es tan real como el cielo y que la evidencia de ello es tan convincente y persuasiva como la evidencia en las otras áreas de la fe cristiana, incluyendo la resurrección de Cristo de los muertos.[5] (Vea el libro de John Ankerberg y John Weldon, Handbook of Biblical Evidences – Manual de Evidencias Bíblicas)
Lo cierto es que muchas personas realmente no tienen problemas con algún tipo de justo castigo después de la muerte porque la mayoría de ellas están demasiado conscientes de que la justicia generalmente les es negada en esta vida. Ellas también de manera intuitiva sienten que Dios es justo y que debe de haber un castigo para el pecado (Romanos 1:32); por ejemplo, ese es todo el propósito de la exigida doctrina católica del purgatorio—el pago de los propios pecados por medio del castigo para una eventual entrada el cielo.
Con lo que muchas personas tiene problema es con la idea de que el infierno es eterno, a pesar de que es algo que es claramente enseñado por no menos que el mismo Jesucristo y claramente declarado varias veces en el Nuevo Testamento, lo mismo que en el Antiguo Testamento (p. ej., Daniel 12:2; Mateo 25:46).
Entonces, si el infierno existe (y la evidencia de la historia, la lógica, y las enseñanzas de Cristo quien es la autoridad suprema demuestran que existe), por qué las personas piensan, ¿tiene que ser eterno? ¿No podrían ser solamente unos pocos billones de años de castigo para satisfacer la justicia de Dios, aun la justicia infinita?
Cuando consideramos este asunto necesitamos recordar que las cosas que tienen poco, o ningún sentido para nosotros, sin embargo tienen un perfecto sentido para un Dios omnisciente el cual lo conoce todo. Los científicos más brillantes que están vivos hoy no entienden cómo es que la luz puede ser al mismo tiempo una partícula y una onda, pero Dios sí lo sabe. Nosotros somos seres finitos y criaturas pecadoras con un entendimiento extraordinariamente limitado cuando lo contrastamos con un Ser Gloriosamente infinito que “conoce todas las cosas” actuales y en potencia. Más aún, Sus caminos no son nuestros caminos, y ¡demos gracias por ello!
Pero si la Biblia enseña que el infierno es real, de nuevo, ¿por qué tiene que durar para siempre? En el nivel más directo y profundo, la razón es porque el mismo Dios dijo que eso era necesario. Cuando Dios habla sobre algo, la cuestión queda firme porque por definición Él es infinitamente perfecto en todos Sus atributos. Si Él declara que el infierno es consistente con Su infinito amor y misericordia, ¿cómo podría ser diferente puesto que Él conoce todas las cosas? Pero hay mucho más que se puede decir que solamente “Dios dijo.” En la Parte 2, veremos tres explicaciones adicionales entre muchas otras. Lea la Parte 2.